Rodolfo Walsh. Los oficios de la palabra. Jorgelina Nuñez (Coordinadora de la muestra)

    “Una de las cosas que sin duda me divierten, me halagan, y me intimidan, es  hasta qué punto uno puede convertirse en un monumento a sí mismo, en la conciencia moral de los demás”. Rodolfo Walsh escribía esto en los apuntes que componen su diario íntimo. Así exponía, en pocas palabras y mejor que nadie, los riesgos que corre el intelectual que interviene a fondo en la vida pública.

    La coherencia y el rigor de su trayectoria como periodista y escritor, su compromiso político y las circunstancias de su muerte trágica, ocurrida hace cuarenta años, abonaron la cristalización de su figura en el sentido anunciado en la cita anterior hasta transformarla casi en un cliché refractario tanto al escrutinio de los matices como a la ponderación detallada de sus virtudes. Entre ellas, la de no resignar jamás la búsqueda de la verdad, ni la calidad y precisión de un texto frente a las presiones de lo inmediato o de la intención propagandística.

   
Con la muestra
Rodolfo Walsh. Los oficios de la palabra, la Biblioteca Nacional  rinde homenaje a un autor  fundamental dentro de la literatura argentina, de la manera que considera más respetuosa: exhibiendo la riqueza de su obra prodigada en múltiples y, por momentos, sorprendentes aspectos.

    El primer núcleo de la exposición se articula alrededor de Operación Masacre, de cuya primera edición se cumplen sesenta años. “Me cambió la  vida”, solía decir el escritor acerca de la investigación que  llevó adelante sobre el fusilamiento clandestino de un grupo de civiles en el basural  de José León Suárez en la madrugada del 10 de junio de 1956. Las notas que la componían fueron apareciendo más tarde, a medida que se desarrollaba, en las revistas Revolución Nacional y Mayoría. Pero el autor ya había imaginado para ellas su destino posterior, de ahí que las subtitulara “Un libro que busca editor”. La oportunidad se la daría Sigla, una editorial de temperamento nacionalista de derecha con la que Walsh no se identificaba pero a la que le reconocía el “coraje civil” de tomar a su cargo la publicación. La primera edición en libro aparecerá a finales de 1957 con el título Operación Masacre. Un proceso que no ha sido clausurado.

“Operación Masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que además de mis perplejidades íntimas, existía un  amenazante mundo exterior. En 1964 decidí que en todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía”. R. W.

    A  esa  edición  le siguieron  otras tres en vida del autor: la  de 1964, publicada por Continental    Service, con el subtítulo Y el expediente Livraga,  con la prueba  judicial que conmovió al país;  la de 1969 en la editorial Jorge Álvarez, sin subtítulo; y la de 1972, de Ediciones de la Flor. En cada una  de ellas y como respuesta a las consecuencias de su denuncia, Walsh introdujo modificaciones estructurales  significativas –cambios de epígrafes y de prólogos, supresión de la introducción y de un capítulo (el 23), agregados y supresión de textos y del epílogo–. De esa manera su obra estableció un diálogo con los distintos momentos históricos y se ofreció como el plan de maniobras donde podían seguirse los movimientos del poder represivo.

 Importa señalar que el escritor, considerado como uno de los precursores del nuevo periodismo y el género de no-ficción, delimitaba de manera estricta las competencias de la denuncia y de la literatura. Consciente  de que el deslizamiento de la segunda sobre la primera comprometía no solo la verdad, sino también la eficacia de la prueba, de ella tomaba recursos formales, estilísticos. Pero aun bajo esa premisa autoimpuesta, brilla el narrador que organizaba los argumentos con una contundencia incontrastable. Su hija, Patricia Walsh, narraba una  anécdota elocuente: “Mi padre leía las notas que otros colegas y yo escribíamos en la redacción del diario Noticias y, al tiempo que afirmaba con la cabeza, iba tachando uno a uno los adjetivos. ‘Dejen que los  adjetivos aparezcan solos en la cabeza del lector’, era una de sus máximas”.

    Junto  a estas  primeras ediciones  y a las restantes de  Operación Masacre, aparecidas póstumamente, la Biblioteca Nacional exhibe de su acervo las galeras de imprenta correspondientes a la tercera edición de la obra, corregidas de puño y letra por Rodolfo Walsh. Se trata de sesenta y seis páginas que llegaron al área de Archivos y Colecciones Particulares en 2009 como parte de la donación del archivo de su amigo personal, el escritor Aníbal Ford.

    En la muestra también pueden verse escenas del filme Operación Masacre, último  avatar del  libro, que admite  ser pensado como una nueva reescritura. La película, dirigida por Jorge Cedrón, con guión de Rodolfo Walsh, fue estrenada en 1973.

    Porque   participan   del mismo espíritu   de investigación y denuncia,  pese a ser bastante posteriores a  Operación Masacre,  se incluyen en este eje las publicaciones que dieron origen a otros dos libros capitales dentro del género: Caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo?    La  producción  del escritor  forma un entramado  complejo que respondía  a distintas necesidades (la  del sustento elemental, la de  la creación literaria, la del ejercicio  de un rol activo en la transformación social  y política) que intentó cumplir con despareja exigencia. No obstante, para una mejor apreciación de las facetas que componían su actividad se ha optado por agrupar materiales específicos de cada una de ellas. Con este criterio se han reunido los primeros libros de cuentos policiales –esos que Walsh repudiaría en los años sesenta– que lo muestran como un escritor clásico, admirador de Borges, sumergido en tramas asimilables a las partidas de ajedrez que tanto lo apasionaban. Varios de ellos están protagonizados por el personaje de Daniel Hernández, un corrector de pruebas con talento para resolver enigmas, cuyo nombre proviene del profeta (en quien Walsh reconoce al primer detective) y su apellido, del autor de Martín Fierro. A esos libros de cuentos se suman otros, posteriores, que buscan esclarecer un nuevo tipo de enigmas: los de algunos momentos clave de la historia argentina. Entre ellos figuran “Fotos” y “Esa mujer”, considerados entre los mejores relatos de nuestra literatura.

    Paralela a su actividad de escritor de ficciones, Rodolfo Walsh desarrolló otras colaterales, como traductor, antólogo y editor. Quizá la  sección más curiosa de esta muestra corresponda a algunos de los libros de divulgación que vertió al español, tales como El régimen lo hace todo o El dibujo del vestido de pies a cabeza. Las antologías y las ediciones que tuvo a su cargo completan el universo de intereses del escritor.

    Las primeras colaboraciones de Walsh como periodista en las revistas Leoplán  y Vea y Lea  distan  no solo  temporalmente,  sino conceptualmente de aquellas que publicó en la revista Panorama a media-dos de los sesenta. Atravesado por las preocupaciones políticas y bajo el  impacto de la Revolución cubana, con la que colaboró activamente creando la agencia de noticias Prensa Latina, sus notas de esta segunda etapa se acercan al registro etnográfico y antropológico. Crónicas dedicadas  a San La Muerte, el carnaval en el Litoral, un leprosario en el Chaco o a los japoneses radicados en Misiones dan cuenta de una exploración profunda del periodista que no se contenta con el dato superficial. Por los mismos años fundó el semanario de la CGT de los Argentinos que dirigió entre 1968 y 1970. De esos artículos, se exhiben versiones originales.

    Una sección aparte enfoca la producción de Walsh como dramaturgo,  autor de las piezas teatrales La  granada  y La batalla,  ambas  de 1965. Y una última se enfoca en la recepción que tuvo y sigue teniendo su obra, insoslayable para buena parte de la literatura argentina de las últimas décadas.

    Por último, su participación, a partir de 1973, en la organización armada Montoneros –con cuya dirigencia tuvo serias discrepancias– marcó de manera definitiva los últimos años de su vida. La creación de ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina y Cadena Informativa) muestra sus esfuerzos por buscar caminos alternativos de lucha. La “Carta abierta a la Junta Militar”, que escribió y alcanzó a distribuir en varias copias momentos antes de ser asesinado y desaparecido el 25 de marzo de 1977, es su último, dramático e inolvidable gesto de soberanía intelectual. A la  vez, plantea un interrogante: ¿algunas de esas copias llevaban por título “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”? De haber sido efectivamente así, cabe conjeturar que Walsh deseaba amparar bajo la figura del escritor todas las facetas del hombre que quiso y llegó a ser.

Jorgelina Nuñez
Coordinadora de la muestra

Rodolfo Walsh : los oficios de la palabra / Roberto Ferro … [et al.]. – 1a ed. –   Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Biblioteca Nacional, 2017. 120 p. ; 27 x 20 cm. ISBN 978-987-728-084-5  

  1. Política Argentina. 2. Literatura Argentina. 3. Periodismo de Investigación. I. Ferro, Roberto   CDD A860